Entraron en la Unión Europea (entonces la llamaban Comunidad Económica Europea) en la década de los ochenta, sólo unos años
después de haber abandonado regímenes dictatoriales que habían modelado profundamente sus economías, cerrándolas al exterior y
potenciando sectores industriales obsoletos que fueron pulverizados en los primeros compases de la globalización. Fueron detectadas
con rapidez por los economistas anglosajones –siempre hostiles a la creación de la Europa del euro– conceptuados como el flanco débil
de la construcción económica europea.
Les bautizaron con el acrónimo PIIGS. Son Grecia, Portugal y España, a los que cabe añadir Italia. País fundador de la Europa que
iniciaba el camino hacia la unidad económica, en 1951, Italia está hoy aquejada del mismo mal que las otras tres economías
mencionadas: una pérdida acelerada de competitividad tras años de inflación, crédito fácil y endeudamiento, privado y público.
Los cuatro países comparten hoy la percepción de haber perdido la oportunidad que se les brindó con el ingreso en el euro y sufren ahora
los efectos de decisiones erróneas tomadas al calor de masivas entradas de liquidez bajo la forma de crédito. Cada uno con matices.
España utilizó esa liquidez para crear una burbuja inmobiliaria y de la construcción que ha acabado por dañar de forma irreversible su
sistema financiero (con 176.000 millones de créditos de cobro dudoso). Italia perdió la capacidad para caminar al mismo ritmo de la
liberalización y la desregulación que el resto de socios europeos, aquejada por la corrupción, que atenaza a buena parte del país y de la
que Silvio Berlusconi ha sido un gran exponente. Portugal erró en su salida al exterior, metida de lleno en una década de recesión ya
antes del estallido de la crisis financiera en el 2007. Grecia, finalmente, no ha sabido utilizar la cantidad ingente de recursos
procedentes de la Unión para modernizar un Estado que todavía hoy respira el aroma del clientelismo y la burocracia de la vieja
administración otomana.
Las economías mediterráneas constituyen ahora el flanco débil de la Unión Europea, y Grecia, el eslabón que puede llevar, para un
sector creciente de economistas, a la destrucción de la moneda única. "Grecia fue la que abrió los ojos a los mercados –dice Joaquim
Muns–. La entrada en el euro puso al alcance de esos países una moneda potente, les situó en primera división. Pero ya se vio entonces
que aquello era una arma de doble filo. Los países perdían competitividad frente al exterior, pero eso explotó con la crisis de la deuda
griega. Fue entonces cuando los mercados se percataron de que esos países se habían endeudado más allá de lo razonable. Y
empezaron a restringir el crédito"......
http://www.lavanguardia.com/economia/20120219/54256273964/mediterraneo-flanco-debil-euro.html
Entraron en la Unión Europea (entonces la llamaban Comunidad Económica Europea) en la década de los ochenta, sólo unos años después de haber abandonado regímenes dictatoriales que habían modelado
profundamente sus economías, cerrándolas al exterior y
potenciando sectores industriales obsoletos que fueron pulverizados en los primeros compases de la globalización. Fueron detectadas con rapidez por los economistas anglosajones –siempre hostiles
a la creación de la Europa del euro– conceptuados como el flanco débil de la construcción económica europea.
Les bautizaron con el acrónimo PIIGS. Son Grecia, Portugal y España, a los que cabe añadir Italia. País fundador de la Europa que iniciaba el camino hacia la unidad económica, en 1951, Italia
está hoy aquejada del mismo mal que las otras tres economías mencionadas: una pérdida acelerada de competitividad tras años de inflación, crédito fácil y endeudamiento, privado y público.
Los cuatro países comparten hoy la percepción de haber perdido la oportunidad que se les brindó con el ingreso en el euro y sufren ahora los efectos de decisiones erróneas tomadas al calor de
masivas entradas de liquidez bajo la forma de crédito. Cada uno con matices.
España utilizó esa liquidez para crear una burbuja inmobiliaria y de la construcción que ha acabado por dañar de forma irreversible su sistema financiero (con 176.000 millones de créditos de
cobro dudoso). Italia perdió la capacidad para caminar al mismo ritmo de la liberalización y la desregulación que el resto de socios europeos, aquejada por la corrupción, que atenaza a buena
parte del país y de la que Silvio Berlusconi ha sido un gran exponente. Portugal erró en su salida al exterior, metida de lleno en una década de recesión ya antes del estallido de la crisis
financiera en el 2007. Grecia, finalmente, no ha sabido utilizar la cantidad ingente de recursos procedentes de la Unión para modernizar un Estado que todavía hoy respira el aroma del
clientelismo y la burocracia de la vieja administración otomana.
Las economías mediterráneas constituyen ahora el flanco débil de la Unión Europea, y Grecia, el eslabón que puede llevar, para un sector creciente de economistas, a la destrucción de la moneda
única. "Grecia fue la que abrió los ojos a los mercados –dice Joaquim.
La entrada en el euro puso al alcance de esos países una moneda potente, les situó en primera división. Pero ya se vio entonces que aquello era una arma de doble filo. Los países perdían
competitividad frente al exterior, pero eso explotó con la crisis de la deuda griega. Fue entonces cuando los mercados se percataron de que esos países se habían endeudado más allá de lo
razonable. Y empezaron a restringir el crédito"......
http://www.lavanguardia.com/economia/20120219/54256273964/mediterraneo-flanco-debil-euro.html